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Excursión y ruta por las plazas de Grácia



El barrio de Gràcia es uno de los más carismáticos de Barcelona y también uno de los que ha experimentado una mayor evolución. Durante el siglo XIX no formaba parte de la ciudad en sí, sino que era una especie de pueblo que quedaba fuera de las murallas que rodeaban el núcleo urbano. Cuando éstas se derribaron, Gràcia pasó a formar parte de la ciudad.

Actualmente, las calles que delimitan el barrio son la avenida Diagonal, la Via Augusta, Príncep d’Astúries, Travesear de Dalt, Sardenya, Pi i Margall, Córcega i Bailén. En realidad, es un barrio muy amplio en el que se diferencian dos zonas bien marcadas y dos ambientes muy distintos. Uno corresponde al clásico esquema de cuadrículas que trazó Ildefons Cerdà en el Eixample barcelonés. El otro es el tramo del barrio que hoy ocupa lo que fue la antigua villa de Gràcia y que es donde realizaremos nuestro paseo.

Gràcia tiene esa mezcla especial de ambiente bohemio y artesano, por un lado, y moderno y en las últimas tendencias por el otro. Parte de la responsabilidad la tienen los mismos barceloneses, que han hecho de la zona un lugar de ocio nocturno... y diurno (las fiestas de Gràcia durante el mes de agosto son unas de las más famosas y concurridas de la ciudad) y un espacio que también se aprovecha para reivindicaciones políticas y sociales. Gràcia tiene un carácter propio que se entiende a la perfección con un recorrido por las muchas callecitas y plazas que salen a nuestro encuentro.

Para orientarnos en el plano de la ciudad, lo mejor es situar las dos paradas de Metro que nos llevarán hasta este barrio. Una es Fontana (L3), con salida en la calle Gran de Gràcia; la otra es Joanic (L4) con salida a la plaza Joanic. Nos detenemos en ésta, la primera del recorrido, por ser un buen punto de partida para el paseo.

Subiendo por la calle Torrent de les Flors se alcanza en pocos minutos la plaza Rovira i Trias, dedicada a uno de los arquitectos célebres en Barcelona y lugar de paso para comunicar diferentes calles del distrito.

Hacia el sur se llega a la plaza de la Virreina la encontramos en uno de los extremos de la calle Torrijos, cuando ésta se une con la calle de l’Or. Aquí se levanta la iglesia parroquial de Sant Joan. Y hacia el norte, siguiendo por la calle Alzina o la calle Ventallat, se alcanza la plaza del Nord. Es una de las más conocidas del barrio donde, si nos fijamos con detalle, aún podremos contemplar el antiguo escudo de la villa de Gràcia.

En dirección a la calle Gran de Gràcia se llega a la plaza del Diamant. De hecho, La Plaça del Diamant es el título de la brillante novela de la escritora Mercè Rodoreda, llevada también al cine, al teatro e, incluso, a la televisión.

Desde aquí y por las calles de Astúries, a la izquierda, y Verdi, en dirección al mar, se entra en un entramado de calles que ha visto cómo se revitalizaba su aspecto comercial. Sobre todo, en lo que se refiere a tiendas de moda de jóvenes diseñadores y diseñadoras (no perderse, por ejemplo, los escaparates de Modart, en la calle Astúries, número 34). En la calle Verdi siguen las propuestas comerciales y de ocio (aquí se encuentra uno de los cines con una de las carteleras alternativas más interesantes de la ciudad). Y después de superar la calle de la Perla y la calle Vallfogona se entra en la plaza de la Revolució de Setembre de 1868.

Muy cerca, tomando la calle Ramon y Cajal a la derecha se llega a la plaza del Sol. Es otro de los clásicos espacios en el barrio, presidido por la escultura de Joaquim Camps llamada Astrolabi.

Después de atravesar Travessera de Gràcia y por cualquiera de las callecitas que se entrecruzan se llega a la plaza Rius i Taulet, auténtico centro administrativo e histórico del barrio. Siguiendo por la calle Torrent de l’Olla y tomando a la izquierda la calle Siracusa se alcanza la plaza del Poble Romaní y, en pocos metros, la plaza del Raspall. Aquí se concentra la mayoría de población gitana que vive en el barrio y que ha encontrado en el lugar un espacio donde manifestar su cultura.

Y para demostrar que también hay lugar para los espacios más modernos, nada mejor que acabar en la plaza John Lennon, una de las más recientes del barrio y, para los poco amantes del bullicio, una de las más tranquilas.