Todos llevamos un niño-a dentro que juega con nosotros. A veces le hacemos caso y le dejamos que sea travieso. La mayoría de veces le regañamos y le decimos que eso no puede ser. Pero la criatura sigue dentro nuestro esperando la menor ocasión para hacerse visible.
Solo al final de nuestros días, cuando ya no podemos reprimir a ese niño-a que llevamos dentro fluye con toda su naturalidad. Dejale libre.