Llegó la hora de volver a casa.
Día duro de trabajo. Nada nuevo que contar.
Cielo abierto. Tiempo de cantar.
En mi vuelta, el camino me observa.
Y yo miro como entra un músico loco.
El muchacho es joven, guapo y fuerte.
Pero otro canta-trenes...
La gente vibra con el movimiento del vagón
y el canta-trenes monta su función
busca sacar sonrisas.
Apenas tres minutos de rap
bastaron para que (tres) personas
que estaban (muy) cerca de mi
les dieran limosnas al joven..
Un chico más joven, más guapo,
más fuerte, y más alto que yo,
pide limosna y en tres minutos
obtiene mínimo 3 euros...
Pongamos 5 euros por vagón
en 10 minutos.
Pongamos 30 euros en una hora.
Pongamos 120 en 4 horas.
Aquí yo echando más horas que un reloj
Allí él con media jornada y cobrando más que yo
por echarle morro a la vida y no tener vergüenza.
Y nos dan lástima los canta-trenes...
Pero que más da en que pueblo viva yo.
He de seguir con mi atuendo
porque lo que se espera de mi
es lo que complace a mi familia.
Evitando día a día el sufrimiento de los demás...