En el sosiego que la distancia otorga y recorre,
y en la noche,
bajo un cielo que otros mas puros sueñan
o han soñado,
en el intimo rubor del simular secreto,
despliego tu nombre sobre un mar
que, aunque no hace orillas en la casa,
provoca el ocioso instinto de saberte
detrás del horizonte.
Doloridos ya los ojos por algo parecido a tu cintura
flotando en las esquinas,
rotos los pies por el intento de este viaje inmóvil,
y estirando en un sudor ganado
todos los intrépidos deseos
y todos los senderos del ayer protegido,
quijoteando por verte y redoblarte,
aterrido de ti,
de tus inviernos,
construyendo navíos que acerquen a tus puertos,
a tu boca,
y convocando tripulaciones que estiben
tus cabellos en la tempestad
contra las iras de los dioses,
voy
con un cuaderno de bitácora bajo el brazo
picoteado por gaviotas asesinas,
pero estériles,
voy
en alianza con tu geografía que dibuja la vida,
la tristeza,
la sencillez del aire,
lo frugal, lo exultante,
el puñal detallado que afina su derrota,
voy
mientras veo oxidarse las urgencias del beso,
bajo la soledad de tu carmín que es mi alimento.
Levo anclas que atan a otro tiempo
desde el oscuro fondo de la sombra
que ostenta su grandeza,
irrumpe el monstruo del olvido.
Rompe el timón y siembra
sobre mi frágil aventura
un adiós que me ahoga.
Alguien grita: ¡Hombre al agua
Y me hundo hacia ti.