Me gusta presentar el Aikido [arte marcial tradicional japonés] como una herramienta de crecimiento personal que mejora la salud y el autoconocimiento del practicante, para ser más libre.
Esto me recuerda la historia del hombre que le dijo a su nieto:
“Siento como si tuviera en el corazón dos lobos que se están peleando. Uno de ellos es violento, está siempre enojado y queriéndose vengar. El otro está repleto de perdón, compasión y amor”.
El niño le preguntó: “¿Cuál de los dos será el que gane la pelea y se quede en tu corazón?”.
A lo que el abuelo le respondió: “El que yo alimente”.
Sobre su creación, el gran maestro Morihei Ueshiva dijo:
“Aikido no es una técnica para atacar y defenderte de un enemigo. Es el camino para reconciliarse con el mundo y hacer que la humanidad se transforme en una única familia.”
El texto original del evento iba a ser el siguiente, pero lo descarté por parecerme demasiado metafísico.
La polaridad que existe en todas las cosas [cuarta ley hermética descrita en el Kybalión] se “manifestó”, en el origen de los tiempos, por la necesidad de conocerse a través del opuesto generando, en la percepción humana, conflicto y separación. En mi humilde opinión, el Aikido es un sistema de meditación en movimiento que reconcilia estos opuestos a través de la compasión y el amor.
Practicaremos ejercicios, individualmente y en parejas, aptos para personas de cualquier *****, edad y condición física. El objetivo de la jornada es dar a conocer una actividad que, con la práctica regular, puede mejorar nuestra calidad de vida, de manera sencilla y divertida.