Poesía Barcelona  03 feb 2017

Oda a un ruiseñor (John Keats)

Gracias Inma (02/02/2017)

Gime mi corazón, y un torpor somnoliento
aqueja mis sentidos...como si hubiera bebido cicuta...o apurado un espeso opiáceo con el que Leteo astutamente me hubiera adormecido. Nunca envidié tu suerte ni beldad, pero me contagié de tu alegría cuando cual dríada de árboles y ríos... en un rincón melodioso de verdes hayas, eternamente umbrío... con tu clara garganta cantaste al estío. Oh, deja que me embriague con el vino que sale de la tierra profunda... ése que a Flora sabe y huele a danza, a canción provenzal y a alegría fecunda. Deja que beba un sorbo de la vida con bullir de burbujas y ese licor rosado y verdadero muestre al mundo mi boca de púrpura teñida. Beber y, sin ser visto, abandonar el mundo... y perderme contigo en el fondo del bosque. Perderme en lo insondable y olvidar lo que sólo se atisba en lo profundo. Esta fatiga, esa destemplanza, donde los hombres escuchan sus gemidos ese temblor de unas postreras canas, cuando la juventud se ha escabullido. Y llega la tristeza cotidiana... y la desesperanza gana la partida. La belleza se esconde, avergonzada y el nuevo amor perece sin mañana. Mejor perderme lejos, volar a ti enlazado, olvidarme de Baco aunque éste venga, suspendernos en alas de la poesía, aunque la mente vacile y se detenga. Contigo estoy, la noche ya ha llegado. Tal vez entronizada esté la reina luna, teniendo alrededor un enjambre de hadas; pero aquí no hay más luz... que la que exhala el cielo con fortuna, por senderos cubiertos de ramas encorvadas. Yo no veo qué flores me rodean ni si el incienso asciende por las ramas, pero sí que presiento, desde aquí, que la estación hace crecer la hierva, los árboles silvestres, la retama, pastoril eglantina y blanco espino, violetas efímeras y humildes que el generoso mayo nos regala. Y la rosa azmilcleña hace morada para inquietos insectos en la tarde. Escucho entre las sombras y con frecuencia he estado enamorado a medias de la suave muerte. La he nombrado mil veces en versos susurrados para que fuera al aire mi aliento casi inerte. Más que nunca en mi vida morir parece dulce, agotarme sin pena a media noche... mientras el alma vuela por el éter en la visión extática del orbe. Seguiría tu canto y no te oiría. Pues tus notas son fúnebres y frías. Soy ave y no nací para la muerte, ni por calmar el hambre de gusanos. Pero la voz que oigo en este otoño la oyeron ya reyes y cortesanos. Tal vez el canto este sea el mismo que hizo llorar a Ruth, evocadora, mientras lanzaba al viento su añoranza. El mismo canto que reza la leyenda, entre espuma de olas su esperanza, y en el mar del olvido disipa la nostalgia. ¡Olvido Esa palabra, cual campana, de ti me aleja hacia mi soledad. ¡Adiós Tu ficción no me engaña, no mortificas mi alma con tu falsedad. ¡Adiós por siempre Tu himno se evapora más allá de esos prados, del río por recodos, por encima del monte, y queda adormecido en los tristes calveros del valle que abandono. ¿Era un sueño tu canto o visión de beodo? La música ha volado ¿Sigo despierto? ¿Quizá estoy dormido?

La música es el tercer movimiento de la serenata número 10 de Mozart, cantada a capella.
Keats escribió este poema entre abril y mayo de 1818, bajo un ciruelo o una morera en el jardín de una casa en la Villa de Hampstead, casa que compartía con su amigo Charles Armitage Brown y con la familia Brawne. Keats se enamoró de la hija mayor de la familia Brawne, Fanny Brawne. Ambos vivieron un intenso romance pero no pudieron casarse. Tuvo que irse a vivir a Italia para recuperarse de su enfermedad. La tuberculosis se llevó a Keats con 25 años de edad, pobre y sintiéndose un fracasado como poeta.
La correspondencia que Keats mantuvo con Brawne inspira la película "Bright Star"

(Gracias Inma)





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Inma Todo un descubrimiento también para mí, Gracias por apreciarlo :)
03/02/2017
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