Libros Barcelona  27 oct 2016

Fragmento de mi obra Stephen Barker

La conversación se fue prolongando sin atender el hecho de que Stephen no comía, no apartaba la mirada del libro, no parpadeaba. Su mente ni siquiera estaba en la realidad sino un lugar no tan lejano pero a su vez de lo más distante. Su posición al comedor había variado a la silla que instantes antes Mary Barker ocupaba. El libro antiguo ya no permanecía presente pero si sus rostros. La sala había palidecido a un tono blanco espectral. Las paredes lisas presentaban rugosidad, lo que en ocasiones podías distinguir formas extrañas en ellas. Pero lo más chocante de la sala yacía en la multitud de cuadros antes inexistentes. En cada uno de ellos había el rostro de un antiguo Barker, un rostro que se presentaba ahora desfigurado, enloquecido y trastornado. La lujuria se encontraba presente en todos ellos, generando un potaje vomitivo visual. La sensación de ser observado por cada uno de ellos junto a la mueca descarnada que parecía representar una maliciosa sonrisa, empezó a taladrar los límites de la cordura de Stephen.

-Me alegro que hayas aceptado nuestra invitación joven del linaje Barker. –rompió el silencio un individuo que hasta ahora había pasado desapercibido para nuestro protagonista.

Al lado opuesto de la mesa, la cual ahora presentaba síntomas de deterioración, había una silueta a juego con la sala que le resultó intimidantemente familiar. Aunque al encontrarse punta a punta les distanciase una gran cantidad de metros, sus rasgos fueron bien observados por Stephen. Se trataba de una criatura con el rostro de Howard Phillips Barker. Inmutable con su pipa, su bigote refinado y un curioso sombrero de copa negro, se mostraba un ser con una piel blanca que daba la sensación que en cualquier momento se pondría a brillar. Ausente de arrugas y con un aspecto que recordaba a la misma cerámica, su cabeza proporcionalmente más grande de lo que debería respeto a su cuerpo, le seguía un esmoquin negro con corbata del mismo color. En vez de estar presente ante un hombre, Stephen tuvo la sensación de estar frente a un muñeco pintado de blanco y negro.

-Haré que nos sirvan la cena. –prosiguió el ilógico ser a la vez que hacía sonar una campanita pequeña.

-¿Es usted Howard Phillips Barker, el antiguo patriarca de los Barker? –preguntó un Stephen medio aturdido ante la escena tras tragar involuntariamente un poco de saliva.

-¿Es? Siempre hablando del presente cuando este representa la menor porción de la franja de nuestro tiempo. –filosofó la criatura al mismo tiempo que se acariciaba con delicadeza su enorme bigote. –Algunos afirmarían que fui dicho hombre. Pero tanto mi cuerpo como mi mente ya no reflejan ni mucho menos mi cordura anterior. Solo soy una caricatura de mi propia locura, de mi propia muerte. Y así de horrible me mantendré en este infierno hasta que un Barker resuelva el acertijo que nos llevó a todos aquí.

-¿Cómo acabó así señor Barker? –preguntó Stephen ya evadido de los pintorescos cuadros.

-Los sabios dudas, los necios saben… -comenzó Howard su respuesta al mismo tiempo que un hombre, más cadáver que hombre, le servía un plato cubierto por una semiesfera plateada. –Los muertos nos maldicen con el olvido de nuestros últimos actos muchacho. Afortunadamente fui capaz de traerte a nosotros y advertirte del gran mal que se oculta acechante en la villa. –El camarero, pese a ausentarse sus dos ojos y la piel en su rostro, se encaró a Stephen para llevarle su plato. –Solo Dios nos dará la elección cuando el acertijo de nuestra sangre sea resuelto.

-¿Qué tipo de acertijo? ¿Una adivinanza? ¿Quién os quito la vida? –disparó pregunta tras pregunta al no entender nada de lo que le estaba sucediendo.

-No lo sé joven Barker. Soy el más cuerdo en este mundo a parte de usted. El resto de mi familia solo piensa en matar y satisfacer los instintos que su cuerpo reclama. –el camarero con aspecto de zombie, tanto en físico como en forma de caminar, poso un plato cubierto e idéntico al del señor Howard. –No sé si la respuesta que necesitamos tiene pregunta pero no por ello hay que dejarse de preguntar la respuesta. –El camarero se alejó poco a poco de Stephen en dirección a una puerta que al llegar, abriría para desaparecer en ella. –No quisiera ser maleducado o descortés con usted joven Barker. Puede empezar la cena.

Dicho esto, ambos levantaron el semicírculo metálico para encontrarse con un plato blanco al cual posaba un corazón que aun palpitaba con espasmos de sangre. Las nauseas ascendieron rápidamente a su nariz y boca, sintiendo la necesidad de potar lo que no había consumido desde hacía horas. Por otro lado, Howard se relamió y empezó a devorar el corazón que le habían servido como una hiena a su presa aun viva. Su rostro impoluto y blanquecino empezó a tintarse de rojo por las salpicaduras de su plato. Un pensamiento fugaz se presentó en la mente de Stephen, los antiguos Barker se habían vuelto unos psicópatas enfermizos. Cuando creía que las arcadas iban a superarle, los cuadros de la sala explotaron a carcajadas impregnadas de crueldad. El asco que casi le consumía había sido del todo sustituido por un pánico incondicional. No podía soportarlo más y se levantó.



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Gabriela Hola quiero la continuation!!
12/11/2016
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