Este poema lo hice evocando lo que me inspiraban los ancianos, cuando de pequeña, estando en una casa de colonias del colegio, íbamos cada día a la playa. Esa sensación se me hizo más patente y firme, cuando realizaba mis prácticas en un Hospital Geriátrico.
Ahora, a mis 61 años, me doy cuenta de que es así como me siento muchas veces y... cada vez más... ¿O fue premonición?
Todas formando una fila
del colegio hasta la playa
cuando el pueblo todavía
apenas se despertaba.
Solo unos cuantos ancianos
con aspecto desvalido
con la mirada perdida
caminaban pensativos.
Y sentí su soledad
y su falta de cariño
su añoranza del pasado
y su miedo del destino.
(Chany-Abril 2003)